Juan Carlos Rodríguez: "La imposible reconstrucción de un 'New Deal' se vino abajo con la caída de las "Torres Gemelas""


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Curiosamente en el año 2000 fue Richard Rorty el que arremetió más seriamente contra esta influencia de Foucault en los Estados Unidos, puesto que Rorty había sido uno de los pocos filósofos pragmatistas que no habían estado muy de acuerdo con el auge de la Escuela de Chicago (siguiendo la línea de Paul Goodman, Jack Newfield o Theodore Roszak y de toda la aludida "crítica positiva" de la tradición americana). Y así en su libro 'Filosofía y futuro', Rorty hacía un diagnóstico bastante preciso de lo que él consideraba como "izquierda foucaultiana" (Rorty, 2002: 181-183). Y nos decía que en la nueva izquierda estudiantil nacida en los años setenta, tras el triunfo de Nixon, se extendía la convicción de que el país era un caso perdido: "Muchas personas comenzaron a leer a Foucault y formaron una izquierda foucaultiana que no pudo ofrecer ninguna alternativa política". Llevando su sarcasmo hasta el extremo, continuaba Rorty: "Irving Howe, el jefe de redacción de 'Dissent', nuestra revista izquierdista más importante, dijo de la izquierda foucaultiana: esta gente no quiere hacerse cargo del gobierno sino de la facultad de Filología inglesa" (1). Y en el mismo lugar concluía:

"Así ocurrió en efecto y una parte importante de la universidad se convirtió en zona del activismo político. Sin embargo este activismo se ocupó más de las cuestiones racistas y de la diferencia de los sexos que de cuestiones de las clases sociales. Desde la década de 1960 esta izquierda hizo mucho por los derechos de los negros, de las mujeres y de los homosexuales. Pero nunca intentó desarrollar una posición política mayoritaria. Siempre descuidó las cuestiones económicas mientras no estaban relacionadas con problemas raciales y de la diferencia de los sexos".

Por supuesto, Rorty resumía en estos párrafos su libro anterior. 'Achieving our Country', donde planteaba la necesidad de re-crear una izquierda socialdemócrata en Estados Unidos al estilo del 'New Deal', pues le preocupaba, como decimos, la aparición sin más del neoliberalismo. Por eso concluyó el ataque a la llamada izquierda foucaultiana de una manera drástica: "El tema de la creciente inseguridad económica (que todo el mundo percibe en Estados Unidos menos el cuarto superior más rico de la población) lo dejaron en manos de los demagogos de la derecha...".

Este ataque radical al 'constructivismo culturalista' por su inoperancia política real suponía en realidad, por parte de Rorty, un intento de recuperación de una izquierda intelectual "patriótica" y que ayudara a consolidar el país. Evidentemente la imposible reconstrucción de un 'New Deal' se vino abajo con la caída de las "Torres Gemelas" en 2001 y con la nueva actitud bélica de los Bush. La perspectiva neoliberal inundaba pues Estados Unidos, igual que toda Europa, pero resulta significativa la posición de Rorty por intentar detener lo que se venía encima. Y no es que Rorty no fuera un liberal pragmatista y un constructivas cultural a su modo. Por supuesto que lo fue (y siempre anduvo moviéndose dentro de la triada básica del empirismo: 'mente/lenguaje/mundo', y de las "creencias útiles" del pragmatismo). Pero en su última etapa, cuando abandonó el terreno de la filosofía analítica estricta (que sólo funcionaba en un espacio reducido) para dedicarse a la Teoría literaria, a Rorty el constructivismo foucaultiano le pareció también demasiado poco eficaz. Por eso elaboró su propia teoría lingüístico-cultural basándose en su vieja relación con Donald Davidson (el gran discípulo "hereje" de Quine), pero sobre todo en Dewey y Hegel. De cualquier modo para Rorty siempre estuvo claro que la sociedad era un 'proceso de comunicación intersubjetiva' (a pesar de sus diferencias con Habermas). Algo que se podía restablecer a partir de dos ámbitos: en 'sentido analítico', a través de símbolos y signos; y en 'sentido conversacional' como la consolidación de un grupo o un "proceso conversacional de voluntades colectivas". Como en el fondo todo esto era pura Retórica (retórica más seria en Rorty, retórica mucho más diluida en los conservadores supuestamente progresistas, como Ernesto Laclau o Chantal Mouffe), la única solución era asumir esa Retórica hasta el final: en el "proceso conversacional" no se negaba que existiesen los conflictos y los antagonismos entre lo particular y lo universal, se planteaba sólo que esos conflictos y antagonismos (fueran subjetivos o colectivos) siempre se resolverían a través de la retórica y la semántica aplicables al propio grupo interdependiente, etc.

Y así Rorty (y sobre todo su seguidor Laclau) deformaron al extremo la noción de Gramsci de 'Hegemonía': la hegemonía supondría ahora para ellos el dominio del sistema dentro de los Estados Unidos y el dominio de una parcialidad (los propios Estados Unidos) en el sistema universal, apoyándose sobre todo, según Rorty, en las democracias noratlánticas europeas.

(Notas):

(1) Acaso no haga falta recordar que hoy el término 'Filología' se considera una antigualla en los Estados Unidos, donde prácticamente ha desaparecido en los Estudios Culturales.

(Fuente: "Subjetividad y subjetivación en la cultura de hoy (notas sobre Foucault y Heidegger y otras cuestiones anexas)", 'Tropelías. Revista de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada', 18 (2012))

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Juan Carlos Rodríguez: "La realidad no existe, tan sólo existe el lenguaje" se transformó en eslogan básico de la posmodernidad


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Pero lo que nos importa es que Foucault permanecía impertérrito: en 1982-1983 dictó su último curso en el Collège de France, con el título bien significativo de 'El gobierno de sí y de los otros' (determinante en el mundo anglosajón para el citado "efecto Foucault"), y en 1984 aparecieron los dos últimos volúmenes de su 'Historia de la sexualidad', subtitulados 'El uso de los placeres' y 'El cuidado de sí mismo'. Suponían obviamente unos inventos (en gran medida al estilo heideggeriano, aunque con otro sentido) de la Grecia clásica, con una doble finalidad obvia: el 'uso (o la multiplicidad) de los placeres' implicaba la anulación de la imagen del "yo-soy-sexo"; mientras que 'el cuidado de sí mismo' (una variante sin duda del "empresario de sí mismo") servía para colocarnos en el final de aquel mundo feliz inventado y en el comienzo del derrumbe de la clasicidad grecolatina. Esto es, el ideal absoluto de la popia 'Paideia' (que, como debería saberse, en absoluto era un ideal para Heidegger) se habría disuelto por culpa de la aparición del Cristianismo. Ésta es sin duda una influencia del Hegel de Kojève, a través de las figuras del citado capítulo IV de la 'Fenomenología del Espíritu'. Ahí el Cristianismo, en el Hegel pleno, supone (tras los estoicos y los escépticos) el momento de la conciencia desgraciada pero a la vez el paso hacia la salvación de esa misma conciencia a lo largo de los meandros del cristianismo. Pero éste se convierte para Foucault en el ámbito de lo demoledor, en el culpable de todo. Así el 'sacerdote' (que en Hegel es "mediador" positivo en el paso de la Negatividad de sí a la Positividad de la Razón) queda anclado para Foucault en la negatividad radical. Con los dos ejes básicos eclesiásticos: la 'Pastoral' (con la cual los "pastores del ser" habrían convertido a sus seguidores en gregario rebaño de ovejas) y la 'Confesión', en la que "el cuidado de sí" (en su trasfondo heideggeriano: el cuidado del propio ser del lenguaje) se traspasaba al cuidado dependiente del Otro, del sacerdote convertido en "señor" de cualquier yo y cualquier lenguaje (1).

De todos modos eso ya no importaba, puesto que (aparte de que Foucault muriera en el año 85) el 'constructivismo cultural' en que él se había basado, parecía imponerse por todas partes: "la realidad no existe, tan sólo existe el lenguaje", se transformó en eslogan básico de la posmodernidad y luego de las teorías 'Queer', y aquello parecía definitivo. Se había pasado de la construcción de las figuras culturales a la construcción lingüística de la realidad social. Se había pasado del "mundo del texto" al "mundo como texto". Y en esas andamos.

(Notas):

(1) Evidentemente esta "genealogía de la moral", presentando al Cristianismo como gozne, nos ofrece un planteamiento que debe leerse, a la vez, desde el último Nietzsche. Sobra decir que la imagen nietzscheana de "genealogía" permanece siempre en Foucault.

(Fuente: "Subjetividad y subjetivación en la cultura de hoy (notas sobre Foucault y Heidegger y otras cuestiones anexas)", 'Tropelías. Revista de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada', 18 (2012)).
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